Tucumán 27/07/2024

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Padre Juan Viroche, su biografía

El padre Juan Heraldo Viroche, o Jonhy como le decían sus primos, nació a las 03:40, del 24 de agosto de 1969, en la Maternidad Nuestra Señora de las Mercedes, de esta ciudad. Era hijo de Ángel Serafín Viroche, que nació en el año 1924 y de Yolanda Quinteros, que nació en el año 1930. Sus abuelos paternos, eran Juan Viroche y Arminda Dolores Cajal y sus abuelos maternos Eusebio Quinteros y Justina Gallardo.

Al momento de nacer el Padre Juan, sus padres vivían en la calle Libertad 737, a dos cuadras de la cancha de San Martin.

Pero la historia de los padres del sacerdote, es otra leyenda que merece ser contada para entender también, la cercanía del prelado con los pobres y los sectores necesitados.

 

Su padre era un soldador  que había trabajado en el ingenio San Antonio de Ranchillos y al cerrar el ingenio en 1966, por la dictadura de Juan Carlos Onganía,   fue otro de los tantos tucumanos  que tuvieron que emigrar con su familia de su pueblo de origen. Ellos Vivían  en La Favorina, donde habían estado todos sus antepasados. En el lugar todavía hay vestigios de la vivienda,  que estaba a la vera de los largos caminos de tierra. Ellos estudiaron en esa población, en la escuela,  Escuela N° 270 de La Favorina.  Después del hundimiento del Buque Belgrano, en Malvinas, ese establecimiento educativo lleva el nombre deMarinero 1° Ángel R. Juárez. El marinero era oriundo del lugar y fue alumno de esa escuela.

Volvemos al relato de los padres. Después del cierre del ingenio vienen a  la casa de un primo en la Ciudadela, que le permitió que viviera en el fondo de la vivienda. Ese primo, Raúl Modesto Quinteros,  un comisario de la policía, lo ayudó a poner un taller para armar tinglados. Con lo que obtienen de ese trabajo, logran comprar una casa en la calle Matheu al 1.500, de esta ciudad.  El padre Juan hizo el primario en la Escuela Nº 259 Belgrano, en Libertad al 600, a una cuadra de donde vivían.

Lo demás ya es historia conocida, pero rescatemos algo más sobre el padre Juan. Vivía a una cuadra de la cancha de San Martin, lo que explica su fanatismo por ese club. Muchos recuerdan, por ejemplo: en El Manantial, cuando el recorría los caminos en bicicleta y no dudaba en internarse en los barrios de escasos recursos. La guitarra, el andar en moto en forma permanente, el acercarse a los jóvenes, el compartir asados con los fieles, el ir a visitar y tomar mate en la casa de todos aquellos que lo invitaban y no había distinción de recursos, ni de cultura. Muchos relatan que con su autito acarreaba a todos aquellos que día a día concurrían a la iglesia para apoyar en las distintas actividades que allí realizaban.

La muerte del padre Juan, de Johnny, del amigo, del pariente, sorprendió a todos. Nadie lo podía creer. Era un ser lleno de vida, de alegría, que con sus canciones transmitía paz a los que lo rodeaban. Un gran vacío llegó a los corazones de quienes lo conocían. Nada podía parar los desgarradores llantos y lamentos de sus allegados. Y eso se vivió en el sepelio.

Hoy simplemente las flores lo están acompañando en el cementerio de Cevil Pozo. Pero la imagen del padre Juan está en cada uno de los corazones de quienes lo conocieron y seguirá en el recuerdo de aquellos que compartieron momentos  de reflexión y encuentros con este religioso.